Siguiendo una estela de recuerdos me pierdo en el mar de mi locura, me gustaría tener apiladas las ideas y saber hacia dónde tirar en cada momento, me gustaría desprenderme de mi ingenuidad, creerme las mentiras y ser estúpidamente feliz.
Siempre que abandono mi sendero tengo un irrefrenable deseo de aparcar una personalidad inexistente y volverme susceptible a un cambio brusco, dañino, mortal, y luego vuelvo a despertar, con mis neuronas entumecidas y mis ideas intactas, vuelvo a ser vulgar…
Quiero arañar el caparazón que me envuelve en este sentimiento de repulsión, quiero escapar de esta realidad que se me antoja patética, quiero creer en la libertad.
Algunos somos demasiado sesudos, demasiado conscientes de nosotros mismos. Detectamos fácilmente cualquier cambio, percibimos modificaciones en nuestro entorno, en las personas, alteraciones en nosotros mismos. Demasiado. Si te centras en ello, te desquicias. Es el camino a muchas enfermedades de la mente. Creyó descubrirlo Freud, muchos otros antes que él lo sabían. Suerte es que tantas personas vivan sus vidas inconscientes del terrible sufrimiento de una consciencia en conflicto continuo o latente. Nunca conocerán la soledad más profunda del alma ni sentirán las cadenas que aferran nuestras voluntades, impidiéndonos ser lo que debimos ser, lo que debemos ser, aquello para lo que nacimos, aquella realidad a la que tienden nuestras mentes... nuestras almas.
ResponderEliminarSomos libres del mundo. Pero hasta que la sombra de la muerte llegue a nosotros, no seremos totalmente libres de nosotros mismos. La libertad plena no siempre es buena. No estamos preparados. Para eso estamos aquí. Aprendamos a ser libres, para ser felices cuando nuestras cadenas finalmente se rompan.
... Al final en este mundo son realmente felices sólo aquellos afortunados de mentes tan simples como para ignorar sus ataduras. No importa. Volaremos. Algún día...
mi mente no es simple y soy feliz
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